El gimnasio

Estas tranquilamente en el sofá y de repente suena el teléfono, miras la pantalla y es una de tus amigas, (una de tus taraditas, como cariñosamente las llamas):
– ¿Que te duele, zorrón? – Respondes afablemente.
– Tíaaaa, tíaaaa… tía… Tengo una súper idea.
Te echas a temblar… cuando tus amigas tienen «ideas» es malo… muy malo…
– Te escucho…
– Vamos a empezar a ir al gimnasio…
– Yo no necesito ir al gimnasio – La interrumpes
– Sí tía… sí necesitas ir y yo también estamos a punto de cumplir treinta…
– Tenemos treinta y treinta y uno… – Vuelves a interrumpir
– Vale, vale… lo que quieras… lo que quieras, pero mañana empezamos una nueva vida, una vida sana, colega…
No estás muy segura pero por si acaso le preguntas:
– ¿Estás borracha?
– Nooooo… no ves que te estoy hablando de llevar una vida sana…
– Si… por eso precisamente pensé que habías bebido.
Oyes un bufido al otro lado de la línea.
Te lo piensas, pero realmente no te apetece nada.
– Vale… me lo pienso y te digo algo…
– ¡¡NO!! No es una opción, mañana empezamos a las 8:30 en clase de spinning, te espero a la puerta del gimnasio.
– ¿8:30 hora zulú?
– Vete a la mierda…
Cuando cuelgas el teléfono no las tienes todas contigo…
Llevas más de diez años usando una talla 38… no tienes necesidad de ir al gimnasio. ¿Verdad?
– Cari… ¿crees que debería ir al gimnasio? – Le preguntas a tu marido/hipotecado/novio/rollo de una noche.
– ¿Es una pregunta trampa?
Niegas con la cabeza…
– No sé… haz la prueba del bíceps…
¿La prueba del bíceps? Primera vez que lo oyes, denotas tu desconcierto mirando con cara de pez a tu chico.
– Sí, doblas el brazo por el codo en ángulo de 90º hacia arriba y mueves el brazo, si te cuelga la piel del bíceps… pues estás vieja y fofa…
Jajajajajajajajajajajajajajaj… estallas en carcajadas… jjajajajajajajajajajaajajaj…
Doblas el brazo como que no quiere la cosa y lo zarandeas…
Corres hacia el móvil y le mandas un whats app a tu amiga: «Estaré ahí a las 8!»

Al día siguiente el despertador suena de forma atronadora a las 7 am.
Para motivarte, has decidido poner un tono que te inspire confianza, ganas de entrenar y sobre todo ganas de levantarte. En tu móvil suena «The Eye of the Tiger».
Mientras esperas a que el espíritu de Rocky te invada, decides dormir cinco minutos más… hoy es sueño, no es vicio.
Cuando por fin te levantas y vas a la cocina decides desayunar algo con tu café mañanero, (dicen que el desayuno es muy importante y además hoy vas a hacer ejercicio).
Por fin llegas al gimnasio a las 8:15 y tu amiga no está, empiezas a pensar que esto ha sido una mala idea, que lo mismo te ha dado plantón… pero cinco minutos mas tarde aparece ella, ataviada con lo que parece la ropa de Eva Nasarre.
– ¿Que pasa? ¿Que tú no tienes chándal? ¿Tienes que venir divina de la muerte en mallas? – Le recriminas – Eso se avisa tía…
Tu amiga debe de llevar despierta menos que tú, porque se encoge de hombros mientras chasquea la lengua, (claro gesto que indica que pasa de tu culo).

Por fin llegáis a la clase y el monitor un chaval de unos cincuenta tacos se os acerca (chaval=50… no te quejes Papá!) y os explica como colocar la bici, el manillar, el asiento, los pedales, etc. Tienes la sensación de que hay que estudiar una ingeniería para poner a funcionar una de estas bicis… con lo bien que te apañabas tú con tu BH rosa!.
Cinco minutos después ya estáis situadas… miras a tu amiga que está estirando y te sonríe con suficiencia: «¿Ves como no es para tanto?» Parece decirte…
Sigues sin convencerte, pero por si acaso empiezas a estirar también mientras observas como una ancianita decrépita, se acerca a la bici que tienes a tu derecha, (le calculas unos cien años a ojo de buen cubero). Eso te da un poco de cuartelillo, y piensas: «Si esta señora puede hacer spinning, yo también».
Comienza la clase. La música atronadora invade tus oídos, es una especie de reguetón con un ritmo infernal, el profesor desde su bici os grita por encima de la música que sigáis el ritmo, lo cual así contado no debería ser muy difícil, pero lo es. Los pedales de tu bici se mueven de manera descontrolada, sin que puedas hacer nada…
El monitor os grita: Poned cargaaaaaaaaaa…
Supones que se dirige a vosotras dos, pero no entiendes muy bien que es lo de poner carga.
Miras a la ancianita decrépita, y observas como la vieja hija de … va perfectamente coordinada con el ritmo de la canción, y sin apenas sufrir, no como vosotras dos.
Pero la ancianita (que debe de ser la tatarabuela de Indurain) se apiada de ti y te señala una rosquita que está la base del manillar y que al parecer es lo que le añade y quita carga a la bici.
Enroscas y enroscas, hasta que consigues adaptar tus pedaladas al ritmo de la canción, pero cuando lo has conseguido, el monitor empieza a gritar: Bajandooooooooo… quitamos cargaaaaaaaaaaaaaaaaa…
Ya no puedes mas… miras el reloj y compruebas que llevas seis minutos de clase, lo cual te ha servido para darte cuenta que esta gente está loca. Miras a tu amiga, y aunque te sonríe crees ver unas lagrimillas aflorándole a los ojos.
Decides seguir, la vergüenza es peor que el dolor, así que sigues dando pedales. Y entonces, es cuando ves como tu amiga se baja de la bici y se desploma como un fardo…
Te quedas estupefacta, quieres gritarle «Te lo dije» pero no tienes suficiente aire en los pulmones para gritar nada, así que como buena amiga que eres, la señalas con la mano en forma de pistola y haces como que le disparas mientras tu boca se abre y dices «PUM».
Nadie parece percatarse de que tu colega está en el suelo, son unos yonkis de la bici, no van a dejar su dosis por un simple desmayo.
Finalmente el monitor se acerca, la ayuda a levantarse y la lleva hacia unos bancos para que descanse mientras le da un poco de agua.
La caída de tu amiga es suficiente para convencerte de que esto no es para tí, que tú puedes ser la siguiente, así que con toda la dignidad que puedes,  te bajas de la bici, coges a tu colega de un brazo y huís de la escena del crimen como alma que lleva al diablo.
Al día siguiente, tu amiga te llama con voz de zombie:
– Tíaaaaaa… me muero.
– No si antes te mato yo.
– Tengo agujetas hasta en el pelo…
Y así una larga retahíla de lamentos hasta que cuando estas a punto de colgar te dice:
– Bueno… pero la semana que viene volvemos no?.

4 pensamientos en “El gimnasio

  1. Beatriz diciembre 2, 2012 en 2:52 PM Reply

    Nunca he hecho spinning, pero para que te hagas una idea… En mi se inspiraron para el capítulo de «Aída» del aeróbic, bueno, salvo por el conjunto, que yo voy tapada como una mora jejeje. Lo mejor que tiene el aeróbic cuando, como yo, tienes dos pies izquierdos y un nulo sentido del ritmo es que desconectas completamente de tus problemas e incluso del resto de tu vida. TODAS, absolutamente TODAS tus neuronas son necesarias para seguir la coreografía.

    • ratonvolador enero 2, 2013 en 4:16 PM Reply

      Jajajajajajajaja… no me lo puedo creer!! si te sirve de consuelo (que no creo) a mi el sentido del ritmo me lo extirparon al nacer… XD por eso le doy caña al spinning porque no hace falta mucha coordinación!! 😀

  2. Gema enero 2, 2013 en 4:42 PM Reply

    pues ya somos 3…. fui unos meses a clases, y lo del ritmo no es lo mío… de ahí que siempre intentase ponerme detrás de la columna y no penséis que era porque me viese o no el resto de la gente de la clase, no! eso me daba igual! no quería verme yo!!! por cierto Jana, a dónde vas a spinning? lo recomiendarías? hay plazas? precio? ya sabes… año nuevo… iba a decir propositos nuevos pero no! propositos de siempre!! jaja

  3. Mari Niebla enero 4, 2013 en 11:34 PM Reply

    Jajajajaja ¡Me parto!

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